Se propone una política de consolidación y definición del carácter de la Ciudad Universitaria con un parque que unifique el caos de formas planimétricas y edilicias de 60 años de intervenciones con pocas orientaciones definidas.
Dos grandes ejes verdes de fajas de 50 metros por 600 metros de lapachos rosados orientados norte-sur y otro de 50 metros por 1.000 metros de jacarandaes azules de mayor envergadura en un eje este-oeste recrean el rito fundacional romano de cardo y decumano.
Un círculo de lapachos blancos, rosados y amarillos inscribe la inmensa mayoría de lo construido. Los ejes y el círculo dotan de unidad e identidad al área central del parque, dejando fuera de él a los sectores deportivos y de esparcimiento popular que se articulan con los barrios circundantes.